jueves, 16 de enero de 2014

Amor Eterno

Capítulo 33:
Estábamos en el hospital, ya llevábamos como mínimo una hora esperando. Inés vino acompañada de Jorge, tras ser avisados por Alejo. Todos estábamos nerviosos, pero yo la que más puesto que las contracciones cada vez eran antes. Tenía miedo, no sabía muy bien qué hacer. No estaba preparada, no sabía qué pasaba ahora, no había ido a cursos pre-parto ni nada por el estilo, era novata, pero de las malas. Intentaba coger aire de vez en cuando y Alejo no dejaba de dar vueltas nervioso.
-¿Quieres calmarte ya? Ni que fueras a parir tú-dije tocándome la barriga.
-¡Pues casi!-alzó la voz-necesito tomar el aire-suspiró.
-Ey, no, a mí no me dejas aquí así, tú lo pusiste dentro de mí, tú te aguantas con lo que venga-intenté levantarme.
-Estate quieta, que te vas a marear o algo y terminarás tú mal-dijo Inés deteniéndome.
-¿Desde cuándo sabes tú de embarazos?-pregunté y vino un doctor.
-Señorita, ¿Natalia, no?-preguntó y todos asentimos-bien, ya tenemos todos preparado, ahora mismo la llevaremos al paritorio-les miró a ellos-sólo puede pasar el padre, ¿quién de vosotros es?-se fijó en Alejo y Jorge.
-Yo…yo soy el padre, pero no estoy seguro de…-empezó nervioso.
-¡Tú vienes por tu hijo!-grité con una contracción.
-Vale, vale-suspiró y cogió la silla de ruedas en la que me habían puesto para seguir al doctor hacia la sala de parto. Entramos allí y me tumbaron en una camilla en la que apoyé las piernas en su sitio, bastante abiertas. Ya me había cambiado antes, me había puesto la bata del hospital, con lo cual al abrirlas, los médicos podían ver absolutamente todo de mí. Agarré la mano de Alejo, no había estado tan nerviosa en mi vida. Me examinaron y comentaron algo sobre lo dilatada que estaba.
-Tengo miedo…-susurré mirando a Alejo.
-Tranquila, yo también, pero tú misma lo dijiste, todo irá bien-sonrió apretándome la mano con fuerza.
Me mandaron empujar y respirar. Tras varios minutos haciendo esfuerzos, salió el bebé, bastante llorón por cierto. A los pocos minutos ya lo tenía sobre mí, pequeño, era tan frágil. Alejo se mareó durante el parto y tuvo que sentarse y hasta un rato después no aceptó ver al niño, por miedo a que estuviese demasiado arrugado y lleno de sangre, palabras textuales. Acaricié su carita. Era tan bonito, pero debían llevárselo, para pesarlo, lavarlo y demás y luego me lo traerían para que le diese el pecho. Suspiré y recosté en la camilla de nuevo mirando a Alejo, sentado en la silla de al lado.
-Todo ha salido bien, ¿no?-sonreí.
-Pues sí, todo ha salido perfecto, eres una valiente, pequeña-sonrió.
-Otros, en cambio, son unos gallinas y temen a un bebé-reí un poco tocando mi barriga que dolía por el reciente parto.
-¡Cállate!-rio también-¿dejarán entrar a los otros?-preguntó.
-Supongo que cuando nos asignen una habitación, no estoy segura-pensé.
-Tú tranquila, princesa, que lo peor ya ha pasado-se levantó y besó mi cabeza-te quiero.
-Y yo a ti-acaricié su mejilla y entraron con el bebé.
-Míralo que pequeño es-observó Alejo mientras lo ponían sobre mí de nuevo.
-Se parece a ti-reí-tiene tu cara, míralo-sonreí besándole la frente.

-Pero tiene tus ojos-rio acariciándole-es precioso-lo miró.

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